Con
esta descripción no es díficil de comprender que fuese
un lugar ideal para el hombre neolítico. Primero, porque
albergaba muchas piezas como toros, cabras, carneros, etc... Y además
presentaba todas las caracterícas para poder practicar la
caza en grupo, al igual que para la cría de animales y para
pastorear el ganado. En segundo lugar, cuando tras la ganadería
se inició la agricultura y los colonos sembraron las gramíneas
silvestres con fines nutritivos, usaron sus grandes explanadas fértiles,
que les proporcionaron buenas cosechas.
En las terrazas inferiores y circundando un área
de unos 6 km. de longitud, se encuentran esparcidos como un centenar
de sepulcros megalíticos que parecen formar parte de tres
necrópolis: la del Castellón, la Camarilla, y el Rodeo,
cuyos límites son difíciles de precisar.
Los dólmenes
son de unos ocho metros de longitud. Constan de una cámara
trapezoidal en su corredor y no conservan los túmulos. En
algunos de ellos se han encontrado pequeños salientes tallados
en las lozas, representando ciervos y otros grabados.
También existen numerosas cuevas que abrigaron
a estos hombres, de los cuales merecen destacarse la Cueva Alta
y la de las Tontas, en las que se encontraron algunos esbozos de
pinturas rupestres.
Las distintas excavaciones realizadas hasta hoy,
en las necrópolis anteriormente citadas, han dejado al descubierto
restos de las distintas etapas del hombre primitivo. Así
han aparecido vasos de cerámica decorados, asas y algunos
fragmentos pintados de las primeras etapas; fuentes de borde saliente,
cuernecillos de arcilla, fuseyolas redondeados, puntas de flecha
de silex, peines de hueso e idolillos pertenecientes al cobre antiguo.
De la etapa del cobre pleno algunos cuencos con decoración
puntillada, figurillas zoomorfas y botones con perforación.